Cozumel Living
How I Came to Call Cozumel Home: Alejandro Magaña
Alex describes how he arrived in Cozumel & created Tito Cocinerito…
My story with Cozumel has roots way before I came here for the first time.
It started the day I saw 007´s Thunderball. As a kid, it became clear to me what was the highest evolution of the species: the SCUBA diver, and I just wanted to grow to be one of them….
Time passed, and when I was fourteen years old I went with the family to Puerto Vallarta. I met this guy who had a boat and offered sightseeing trips, fishing, parasailing, you name it. I remember his name was Gregory, and I asked him if he would take me diving, he said yes.
Next day I jumped into the water alone, with some old gear, no idea about what pressure would cause to my body, no gauges, nothing. As I hit the bottom I ran out of air and kicked with all my might toget to the surface. I hardly made it. Then I found out that I should have gone to a reputable diving instruction, and that I was lucky to be alive. I needed something called “Certification”.
I got my certification at Port Isabel, Texas, and continued diving the gas rigs for years to come. I was happy with that. My buddy and I would get there on Friday, rent a boat with a compressor and some food and spend the weekend diving. It was enough for me.
I must have been 21 or 22 years old when I saw an article about Cozumel in Skin Diver magazine, and thought about going.
I booked my hotel and my diving and off I went. I was very impressed by the beautiful, happy place I saw as I got off the ferry, but nothing prepared me for what I was going to see next day.
My first day of diving we headed to Palancar. As I write this, I make a pause, it feels like yesterday: as I hit the water and looked down I couldn´t believe it. I was beyond words. I wasn´t prepared to such an overwhelming beauty. The crystal clear water, the colors of the corals, the marine life…. It was beyond my expectations, or my imagination.
Years passed, and I continued coming here as a tourist.
When I was 36 years old I had an epiphany. I was sleeping, and somehow I asked myself this question: Will I live like I was living until my last day? I panicked, and promised to myself that by 40 years old I´d be done with the big city, the working all day, the stress and an unhappiness that had taken hold of me.
Fast forward four years. I kept my promise: business was being run by a company, and I broke my ties with
Monterrey to seek for some peace on a crazy little town in the high sierras of Central Mexico, where I met Spela, the love of my life. We spent three years there, and decided to move. Cozumel seemed like a natural place to move.
Soon after that, we arrived to the island. We had Tito, our cat with us, and two small ball pythons, Shakti and Kundalini. Brining Tito wasn´t a problem, but I had lost the documents of the snakes and had to smuggle them in my underwear. Yes, I went through the Monterrey and Mexico City airports security with two snakes hidden there. Seemed appropriate, they were ball pythons, weren´t they?
We checked in into the Villa Blanca Hotel, we needed a place to stay while we rented an apartment, but Tito, our cat, wasn´t welcome, but since I was used to think outside the box, I asked Spela to remain hidden with our dear cat. I did the checking in, and went back to Spela and proceeded to smuggle Tito in. He was a fat lazy cat that wouldn´t scratch furniture or anything, why not?
We settled in a new apartment in Corpus Christi and started calling Cozumel home. It was a very happy time of constant diving, looking for a house or land to build, and meeting new wonderful friends.
Months later we moved into our beautiful new home, and started another wonderful stage of our lives.
Time passed and not even realizing it, we were part of the island, with the daily routine of going to two to three supermarkets to shop, enjoying our garden and pool, and basically living the island life.
We felt the need to give something to Cozumel, and started volunteering to the Humane Society of Cozumel. We made wonderful friends who shared our love for animals, and understood that the island needed people who would give some hours of their week for to help in any way one can.
A cornerstone of our lives was creating our little contribution to the island: we created, just to see what happened, Tito Cocinerito. Spela and I are professional cooks, and it just came naturally. Tito Cocinerito gave us the opportunity to meet wonderful people, and share the love for cooking we felt needed to be channeled.
The creation of Tito Cocinerito, and all the satisfaction that came with it brought us the feeling of being part of a community, we are so thankful for that.
Another blessing the island brought was our four kitties: Loulou, Coral, and young Benito and Molly (Thank you, Joni Mitchel), four fury rascals that just stole our hearts.
Now it´s been eight years here, we are well settled, have wonderful friends, enjoy the beaches, the diving, and of course, the cooking.
And life went on….. And Cozumel was home.
Alejandro Magana
Cómo se convirtió Cozumel en mi hogar: Alejandro Magaña
Alex describe cómo llegó a Cozumel y la creación de Tito Cocinerito. . .
Mi historia con Cozumel tiene raíces desde mucho antes que yo viniera por primera ocasión.
Comenzó el día que vi la película Operación Trueno del agente 007. Cuando pequeño tenía muy claro cuál era el nivel más elevado de las especies: el buzo; y sólo quería ser mayor para ser uno de ellos. . .
El tiempo transcurrió, y cuando contaba con catorce años de edad viajé con la familia a Puerto Vallarta. Ahí conocí a este tipo que tenía una embarcación y ofrecía excursiones turísticas, pesca, parasailing (paravelismo), de todo. Recuerdo que se llamaba Gregory y le pregunté si me llevaría a bucear. Contestó que sí.
Al día siguiente brinqué al agua solo y con parte de un viejo equipo. No tenía la menor idea del efecto que la presión tendría sobre mi cuerpo. Sin manómetro; nada. Conforme llegue al fondo, el aire se me acabó y pataleé con toda fuerza hasta llegar a la superficie. Casi no o logro. Luego me enteré que debí ir con un instructor acreditado y, además, que era afortunado en estar vivo. Necesitaba algo llamado “Certificación”.
Obtuve mi certificación en Port Isabel, Texas, y durante muchos años continué buceando para plataformas de gas. Mi compañero y yo llegábamos el viernes, llevando un bote con compresor, algo de alimento y pasábamos el fin de semana buceando. Eso me bastaba.
Debo haber contado con 21 o 22 años de edad cuando vi un artículo acerca de Cozumel en la revista Skin Diver, y consideré ir.
Reservé mi hotel y buceo, y allá voy. Tan pronto bajé del ferri quedé impresionado por el lugar bello y feliz que vi; pero nada me había preparado para lo que vería al día siguiente.
En mi primer día de buceo nos dirigimos a Palancar. Mientras escribo esto hago una pausa, pues parece que fue ayer: al zambullirme en el agua, miré hacia abajo y no podía dar crédito. Superaba las palabras. No estaba preparado para tal belleza abrumadora. El agua clara y cristalina, el colorido de los corales, la vida marina… sobrepasaba mis expectativas o mi imaginación.
Corrieron los años y continúe viniendo en calidad de turista.
A los 36 años, tuve una revelación. Dormía y de alguna manera me hice la pregunta: “¿Viviré de la manera que lo hacía hasta el ultimo día?”. Entré en pánico y me prometí que a los 40 años de edad mi relación con la ciudad concluiría; eso de trabajar todo el día, el estrés y la infelicidad que se habían apoderado de mi.
Vamos cuatro años al futuro. Mantuve mi promesa: el negocio era manejado por una empresa y rompí los lazos con Monterrey para ir en busca de paz en un pequeño pueblo en la sierras centrales de México. Ahí conocí a Spela, el amor de mi vida. Pasamos tres años en ese sitio, y decidimos mudarnos. Cozumel parecía ser el sitio obvio para mudarnos.
Poco después nos mudamos a la Isla. Teníamos a Tito, nuestro gato, y a dos pequeños pitones reales, Shakti y Kundalini. Tito no era problema alguno, pero había extraviado los documentos de las víboras y tuve que contrabandearlas dentro de mi ropa interior. Sí, pasamos por seguridad de los aeropuertos de Monterrey y de la Ciudad de México con dos víboras escondidas. Parecía adecuado; eran pitones reales, ¿verdad?
Nos registramos en el Hotel Villablanca. Necesitábamos un lugar donde hospedarnos en tanto retábamos un departamento; pero Tito, el gato, no era bienvenido. Ya que estaba acostumbrado a pensar más allá, le pedí a Spela que permaneciera oculta con nuestro querido gato. Me encargué del registro y regresé con Spela para contrabandear a Tito. Era un gato gordo y perezoso que no rascaría ningún mueble, ¿por qué no?
Nos instalamos en nuestro nuevo departamento en Corpus Christi y comenzamos a llamar hogar a Cozumel. Fue una época muy feliz, buceando constantemente, buscando casa o un terreno para construir. y conociendo nuevos y maravillosos amigos.
Varios meses después nos mudamos a nuestra bella casa nueva e iniciamos otra nueva y maravillosa etapa de nuestras vidas.
El tiempo transcurrió y sin darnos cuenta ya Erasmo parte de la Isla; con la rutina diaria de ir de compras a dos o tres supermercados, disfrutando de nuestro jardín y piscina, y, en esencia, viviendo la vida isleña.
Sentíamos que era necesario retribuir a Cozumel y comenzamos a ser voluntarios de la Sociedad Humanitaria de Cozumel. Hicimos maravillosas amistades que compartían nuestro amor por los animales, y comprendimos que la gente de la Isla debía regalar algunas horas de su semana para ayudar de cualquier forma que les fuera posible.
El fundamento de nuestra vida era crear nuestra pequeña contribución a la Isla. Sólo por ver qué sucedía, creamos
Tito Cocinerito. Spela y yo somos cocineros profesionales, y llegó de manera natural. Tito Cocinerito nos brindó la oportunidad de conocer personas maravillosas y compartir el amor por la cocina que sentíamos era necesario canalizar.
La creación de Tito Cocinerito y toda la satisfacción que trajo, nos ha dado la sensación de pertenecer a la comunidad. Estamos muy agradecidos por ello.
Otra bendición que nos trajo la Isla fueron nuestros cuatro gatitos: Loulou, Coral y los pequeños Benito y Molly (Gracias Joni Mitchell), cuatro pillos que robaron nuestros corazones.
Ya llevamos ocho años aquí, bien establecidos, con amigos maravillosos, disfrutando de las playas, el buceo y, por supuesto, cocinando.
Y la vida continuó… y Cozumel en nuestro hogar se convirtió.
Alejandro Magaña
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